viernes, 24 de abril de 2009

Carlos II ( el hechizado)


Carlos II de Austria (o Habsburgo) (Madrid, 6 de noviembre de 1661 – ibídem, 1 de noviembre de 1700), llamado el Hechizado, fue rey de España [1] entre 1665 y 1700, último de la Casa de Habsburgo. Hijo y heredero de Felipe IV y de Mariana de Austria, permaneció bajo la regencia de su madre hasta que alcanzó la mayoría de edad en 1675. Su sobrenombre le venía de la atribución de su lamentable estado físico a la brujería e influencias diabólicas. Parece ser que los sucesivos matrimonios consanguíneos de la familia real produjeron tal degeneración que Carlos creció raquítico, enfermizo (con frecuencia era atacado por violentas fiebres que lo postraban en cama; apenas subía en su carruaje, los vómitos lo obligaban a desistir del viaje, y cuando estaba al aire libre, le supuraban los ojos) y de corta inteligencia, además de estéril, lo que acarreó un grave conflicto sucesorio, al morir sin descendencia y extinguirse así la rama española de los Austrias.

Vida

Regencia de Mariana de Austria (1665–1675)

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Felipe IV se había casado primeramente con Isabel de Borbón. Pero su único hijo varón, el príncipe Baltasar Carlos, murió en 1646. En 1649 el rey casó en segundas nupcias con Mariana de Austria, con quien tuvo varios hijos, de los cuales sólo sobrevivieron la infanta Margarita Teresa y el más pequeño, Carlos.

Carlos II de España apenas tenía cuatro años cuando su padre falleció, por lo que se estableció una regencia presidida por su madre, la reina Mariana de Austria, y asesorada por una junta de Gobierno con representación de la aristocracia, la Iglesia, la milicia y los Consejos. Durante la primera etapa de la regencia actuó como valido el jesuita Juan Everardo Nithard, confesor de la Reina, tomando las decisiones más importantes de la Monarquía.

Carlos a los cinco años aún andaba con dificultad; además, como nadie esperaba que sobreviviera tanto tiempo, fue pésimamente educado: a los nueve años todavía no sabía leer ni escribir.

En 1668 se reconoce la independencia de Portugal mediante la Paz de Lisboa. Mediante la Paz de Aquisgrán se pone fin a la guerra de Devolución — guerra producida por la dote del casamiento de la infanta María Teresa con Luis XIV de Francia. Los franceses exigían el Franco Condado como dote de ese casamiento, pero España nunca se lo entregó. Mediante esta paz se cede a Francia ciudades del sur de Flandes como Lille, Tournai, Charleroi, etc.

El padre Nithard se ganó muchas enemistades entre la sociedad, lo que llevó a Juan José de Austria —hijo natural de Felipe IV— a preparar una conspiración contra el valido. Desde Cataluña marchó sobre Madrid, presentó a la Reina un ultimátum y provocó la expulsión del jesuita el 25 de febrero de 1669.

La reina regente nombró un nuevo valido: Fernando de Valenzuela. Valenzuela no se llevó bien con la nobleza, la cual se consideró humillada.

Reinado de Carlos II (1675–1700)

Carlos II fue proclamado rey en 1675, a los catorce años. Era una persona con escaso vigor mental y educado por teólogos sin conocimientos políticos, mantuvo correspondencia con Sor Úrsula Micaela Morata, mística alicantina, para pedirle consejo. Su mala salud hacía sospechar que moriría joven, por lo que nuevamente se descuidó su educación; nadie se preocupó de prepararle adecuadamente para las tareas de gobierno.

La lucha contra Valenzuela aumentó y, apoyándose en la nobleza, Juan José marchó sobre Madrid y tomó el poder en 1677. Valenzuela fue desterrado y la Reina madre abandonó la Corte fijando su residencia en el Alcázar de Toledo.

Carlos II con 10 años por Juan Carreño de Miranda.

Juan José de Austria, con el apoyo popular, se convirtió en el nuevo valido. Su gobierno quedó ensombrecido por la lucha política contra sus adversarios y la dramática situación de la Monarquía hispánica, obligada a ceder el Franco Condado a Francia mediante la Paz de Nimega en 1679. En ese mismo año el Rey, de 18 años de edad, se casa en primeras nupcias con María Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV de Francia. Aunque nunca llegó a estar verdaderamente enamorada de su marido, con el paso de los años María Luisa llegó a sentir un genuino afecto hacia él. Carlos, por su parte, amaba tiernamente a su esposa. Ante la falta de sucesor la reina llegó a realizar peregrinaciones y a venerar reliquias sagradas. Finalmente murió en 1689 dejando a Carlos con el corazón destrozado.

El Rey, plenamente consciente de su incapacidad para asumir las funciones de gobierno, deja el mismo en manos del duque de Medinaceli (1680 a 1685), y posteriormente del conde de Oropesa, con el título de primer ministro. El nuevo valido intentó poner orden en la economía y hacienda real. Para ello creó una superintendencia de Hacienda, presidida por el marqués de Vélez, que, aunque no funcionó como era de esperar, marcó el comienzo de las futuras reformas borbónicas. Al enfrentamiento con la tradicional aristocracia y la Iglesia, y su falta de sintonía con la nueva reina, Mariana de Neoburgo, segunda esposa del Rey, la cual era caprichosa y llorona, se unieron los desastres de la guerra contra Francia —pérdida de Luxemburgo por la Tregua de Ratisbona en 1684, invasión francesa de Cataluña en 1691— y precipitaron su caída en junio de 1691.

Uno de los hechos más importantes que cambiaría más tarde la Monarquía hispánica fue la Paz de Ryswick firmada con Francia en 1697 después de la ocupación francesa en el Palatinado. La consecuencia más importante de esta paz fue la posibilidad de Francia de acceder al trono de la Corona española.

El problema sucesorio

Aunque en los últimos años de su reinado el Rey decidió gobernar personalmente, su manifiesta incapacidad puso el ejercicio del poder en manos de su esposa, la reina Mariana de Neoburgo, aconsejada por el arzobispo de Toledo, el cardenal Luis Fernández de Portocarrero. Según un embajador francés los últimos años, el rey se encontraba en estado muy precario: «Su mal, más que una enfermedad concreta, es un agotamiento general».

Carlos II como Gran Maestre de la Orden del Toisón de Oro, Rohrau, Austria, Colección Harrach.

María Luisa de Orleans, primera esposa de Carlos II.

Mariana de Neoburgo, fue la segunda esposa de Carlos II.

Dada la falta de posteridad directa del Rey, comenzó una compleja red de intrigas palaciegas en torno de la sucesión. Este asunto, convertido en cuestión de Estado, consumió los esfuerzos de la diplomacia europea. Tras la muerte del heredero pactado, José Fernando de Baviera, en 1699, el rey Carlos II hizo testamento el 3 de octubre de 1700 en favor de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y de la infanta española María Teresa de Austria (1638–1683), la mayor de las hijas de Felipe IV y hermana de Carlos II. Esta candidatura era apoyada por el cardenal Portocarrero. La cláusula 13 del susodicho testamento rezaba:

Reconociendo, conforme a diversas consultas de ministro de Estado y Justicia, que la razón en que se funda la renuncia de las señoras doña Ana y doña María Teresa, reinas de Francia, mi tía y mi hermana, a la sucesión de estos reinos, fue evitar el perjuicio de unirse a la Corona de Francia; y reconociendo que, viniendo a cesar este motivo fundamental, subsiste el derecho de la sucesión en el pariente más inmediato, conforme a las leyes de estos Reinos, y que hoy se verifica este caso en el hijo segundo del Delfín de Francia: por tanto, arreglándome a dichas leyes, declaro ser mi sucesor, en caso de que Dios me lleve sin dejar hijos, al Duque de Anjou, hijo segundo del Delfín, y como tal le llamo a la sucesión de todos mis Reinos y dominios, sin excepción de ninguna parte de ellos. Y mando y ordeno a todos mis súbditos y vasallos de todos mis Reinos y señoríos que en el caso referido de que Dios me lleve sin sucesión legítima le tengan y reconozcan por su rey y señor natural, y se le dé luego, y sin la menor dilación, la posesión actual, precediendo el juramento que debe hacer de observar las leyes, fueros y costumbres de dichos mis Reinos y señoríos.

Mariana de Neoburgo, en cambio, apoyaba las pretensiones de su sobrino el Archiduque Carlos de Austria, hijo del emperador Leopoldo I. Las pretensiones del archiduque austríaco fueron respaldadas por Inglaterra y Holanda, las tradicionales enemigas de España durante el siglo XVI, que además rivalizaban con la Francia hegemónica de Luis XIV.

Recientemente se ha pretendido demostrar que el testamento de Carlos II es falso. Sin embargo, aunque el hechizado Carlos fuera manipulado por su entorno para apuntalar la candidatura del Borbón, éste ya se anteponía a su rival por derecho dinástico.

Carlos II, último de los Habsburgo españoles, falleció el 1 de noviembre de 1700, a los 38 años, aunque aparentaba una mayor edad. Según el médico forense el cadáver de Carlos «no tenía ni una sola gota de sangre, el corazón apareció del tamaño de un grano de pimienta, los pulmones corroídos, los intestinos putrefactos y gangrenados, tenía un solo testículo negro como el carbón y la cabeza llena de agua». Se dice que en el momento de expirar se vio en Madrid brillar al planeta Venus junto al Sol, lo cual se consideró un milagro. Al mismo tiempo, en la lejana Bruselas, donde evidentemente no habían llegado aún las noticias de la muerte del rey, se cantó un Tedeum en la iglesia de Santa Gudula por su recuperación. Al enterarse de esto, el astrólogo Van Velen exclamó que rezaban por la mejoría del monarca cuando en realidad acababa de fallecer.

En cuanto Felipe V se aprestó a hacer valer sus derechos, apoyado por el poderoso ejército de su legendario abuelo, una nutrida oposición se levantó contra él dentro y fuera de España, ya que a Inglaterra no le interesaba para nada que los tronos de España y Francia pertenecieran a una sola dinastía enemiga. Comenzaría así la Guerra de Sucesión española, en la que triunfaron los Borbones.

Semblanza del Rey

Cuando el joven Rey tenía veinte años, su figura y deplorable estado llegarían a impresionar al Nuncio del Papa:

El rey es más bien bajo que alto, no mal formado, feo de rostro; tiene el cuello largo, la cara larga y como encorvada hacia arriba; el labio inferior típico de los Austria; ojos no muy grandes, de color azul turquesa y cutis fino y delicado. El cabello es rubio y largo, y lo lleva peinado para atrás, de modo que las orejas quedan al descubierto. No puede enderezar su cuerpo sino cuando camina, a menos de arrimarse a una pared, una mesa u otra cosa. Su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da señales de inteligencia, de memoria y de cierta vivacidad, pero no ahora; por lo común tiene un aspecto lento e indiferente, torpe e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede hacer con él lo que se desee, pues carece de voluntad propia.

En un informe forense realizado por la UCM a partir de los restos mortales del monarca, se ha averiguado que padeció Síndrome de Klinefelter con posible mosaicismo, una anomalía cromosómica que le causó esterilidad, debilidad muscular y un deficiente desarrollo mental. Este defecto genético se debió probablemente a la política matrimonial de los Austrias.

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