sábado, 16 de enero de 2010

Covadonga

Dos son las fuentes principales que informan acerca de Pelayo y la batalla de Covadonga: la Crónica de Alfonso III, en sus dos versiones (culta o de Sebastián y Rotene), y la Albeldense, ambas de finales del siglo IX. Ninguna de ellas resulta fiable, por su evidente intencionalidad ideológica y política, ya que las dos tratan de vincular el surgimiento del primer núcleo de resistencia astur con la monarquía visigoda.

Según el relato tradicional, Pelayo, antiguo espatario (miembro de la guardia real) del último monarca visigodo, se habría desplazado a Asturias junto con parte de su familia tras la batalla de Guadalete. Asturias se hallaba sometida en este momento al mandato del gobernador musulmán Munuza, quien residía en Gijón. Nuestro personaje mantenía por entonces buenas relaciones con el gobernador, enamorado de la hermana de Pelayo, que, no obstante, se oponía a esta relación. Para poder hacer realidad sus deseos, Munuza envió a Pelayo a la capital de al-Ándalus entre los rehenes que garantizaban con su vida el pago de impuestos por parte de sus familiares. Entretanto, el gobernador musulmán habría contraído matrimonio con la hermana de Pelayo o la habría incorporado a su harén. El noble visigodo, no obstante, conseguiría escapar de Córdoba y, tras desplazarse a Asturias, se enfrentaría abiertamente al gobernador musulmán y al poder islámico. En estas circunstancias, Munuza habría solicitado ayuda para sofocar la rebelión, pero Pelayo lograría cruzar el Piloña y hacerse fuerte en las montañas Asturianas. Allí habría encontrado a diversos grupos de fugitivos y, tras la celebración de una asamblea, habría sido aclamado como jefe en torno al año 718.
Los rebeldes se refugiaron en una caverna situada al pie del monte auseba, la , actual Covadonga. Al referirse a los sublevados, la primera versión de la Crónica de Alfonso III habla de un grupo de astures. Sin embargo, la segunda cita expresamente a los visigodos y hace emparentar a Pelayo con la aristocracia gótica como hijo del duque de Favila. Éste habría sido dignatario de la corte de Egica, de donde fue desterrado para morir finalmente a manos de Vitiza, en Tuy, antes de que el futuro monarca asumiera el trono. En otras fuentes, Pelayo aparece citado como hijo de Vermudo y sobrino de don Rodrigo.
En torno a 722, fecha que procede de confrontar los textos árabes y cristianos, se produjo la célebre batalla de Covadonga, que fue magnificada por las crónicas mozárabes hasta a elevarla a categoría mítica y origen del reino de España. Según la Crónica de Alfonso III, el ejercito musulmán estaba integrado por 187.000 hombres y era dirigido por el prestigioso general del valí, Alqama. Contaba, además, con el asesoramiento del mismo don Oppas, arzobispo de Toledo y hermano de Vitiza, quien habría parlamentado con los rebeldes, intentando convencerles de lo inútil de su resistencia. Según las crónicas, el poderosísimo ejercito árabe se adentró en un valle angosto, rodeado por altas montañas y cerrado al fondo por el monte Auseba. Atacado desde los flancos sin capacidad de maniobra por las condiciones del terreno y sorprendido por la repentina irrupción por parte de los rebeldes desde Covadonga, habría sufrido una grave derrota. Alqama perdería la vida en la batalla y don Oppas, sería hecho prisionero. Numerosos musulmanes habrían muerto mientras intentaban escapar atravesando los Picos de Europa en dirección a Liébana.
En crónicas posteriores, como el Silense, se asegura que Munuza tuvo que abandonar la región y en su huida fue derrotado en Olalíes, actual Proaza, por el ejercito de Pelayo. También se afirma que por entonces comenzó la organización interna de los rebeldes, guiada por el impulso religioso y por el ferviente deseo de restaurar la monarquía visigótica. La frase que la Crónica de Alfonso III pone en labios de Pelayo es suficientemente significativa: “Cristo es nuestra esperanza de que por este pequeño monte que tu ves se restaure la salvación de España y el ejercito del pueblo godo”.
Es decir, la victoria de Covadonga habría traído como consecuencia la creación del reino de Asturias. La mitificación de la batalla no viene dada sólo por sus dimensiones y consecuencias, sino también por la intervención divina. Están muy extendidas las versiones que fundamentan la victoria cristiana en ella, y a este hecho responde el establecimiento de un santuario consagrado a la Virgen en Covadonga.
Nada más vuelve a saberse de Pelayo y del incipiente reino de Asturias, salvo que se estableció la capital en Cangas de Onís, localidad en la que, según coinciden en afirmar fuentes diversas, habría muerto el caudillo en el año 737, tras dieciocho o diecinueve años de reinado. Le sucedió su hijo Favila, quien dos años después perdería su vida bajo las garras de un oso. Este accidente permitiría acceder al trono al trono asturiano a Alfonso, hijo del duque de la Cantabria visigoda y esposo de la hija de Pelayo, Ermesinda, que reinaría con el nombre de Alfonso I. Su origen noble-pues procedía , según la versión rotense de la Crónica de Alfonso III; según la versión culta –asegura definitivamente la buscada continuidad entre el reino visigodo y el reino de Asturias.

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